ECHEVARRÍA, Fernando; DOMÍNGUEZ MONEDERO, Adolfo J.; FORNIS, César; PASCUAL, José; SÁNCHEZ ROCHER, Laura (eds.). Jerjes contra Grecia. La segunda Guerra Médica, 2500 años después. Barcelona: Ediciones Universidad de Barcelona, Col. INTRUMENTA, nº 82, 2022, 329 pp. con 15 mapas, 3 ilustraciones y 3 listas de tablas. [ISBN 978-84-9168-908-9]

El enfrentamiento entre Jerjes y las Ciudades-Estados griegos, supuso un acontecimiento relevante para Grecia desde el punto de vista geopolítico, pero también en el imaginario heleno. La identidad panhelénica, tras la conflagración, se vio fortalecida de manera general, aunque algunas ciudades lo reafirmaron y propagaron más que otras. Parecía oportuno que dos mil quinientos años después se repensará, una vez más, tan gran acontecimiento. Esta es la tarea que se han propuesto un grupo de especialistas hispanos, quienes han vuelto a tomar el pulso a un hecho que marcó el mundo griego e incluso el devenir del mundo occidental o al menos del mundo occidental en la Antigüedad.

El volumen tiene cuatro bloques bien señalados, empezando por una Introducción al tema a cargo de Gómez Espelosín, en la que se hace un recorrido a las distintas fuentes: griegas –las más detalladas- persas, poco relevantes en explicar la campaña de Jerjes, y aún menos amplia la información procedente de la tradición judía bíblica, en concreto el Libro de Esther. En el apartado final de este bloque se efectúa un repaso a la principal historiografía moderna.

El segundo bloque, con el epígrafe Persia y el Egeo en vísperas de la invasión, corre a cargo de Joaquín Velázquez Muñoz (pp. 47-64) en él se muestra la situación del Imperio persa, la más vasta entidad política que se había conocido hasta ese momento. El sistema organizativo de territorios tan amplios y heterogéneos necesitaban una figura central, un monarca, que cohesionara a los diversos pueblos, contando para ello con la legitimidad religiosa y dinástica, procedente de la tradición asiria y del sustrato indoiranio. Dicha figura político-religiosa facilitó una concepción unitaria de los diversos espacios geográficos, que discurrían desde Anatolia a la meseta irania, pasando por Siria-Palestina y el Elam. Optimizar la gobernación fue conseguida valiéndose de los sistemas administrativos existentes, tal y como expone Velázquez Muñoz. La “tolerancia religiosa” es expuesta como otro de los elementos que reforzarían el dominio de las comunidades sometidas. Sin embargo, se nos presenta la revuelta Jonia del 499 como un acontecimiento que cambió la situación del dominador persa, de tal modo que en el reinado de Darío se abrió un flanco de resistencia que debilitaba la posición dominante en los mares que bordeaban Anatolia (p. 58). La muerte de Darío no varió la política de su hijo Jerjes, quien se propuso mantener las fronteras y acabar con cualquier sublevación, fuera en Egipto, Babilonia o las ciudades griegas de Asia. Así pues, para el autor, Persia se involucra en el mundo griego a causa de la concepción unitaria y dinástica que configuraba la ideología real persa” (p. 61).

César Sierra Martín (pp. 65-81) presenta la situación de Grecia antes del 480 resaltando la idea que los griegos poseían un sentimiento de identidad que superaba las diferencias políticas o los desiguales sistemas de gobierno. Los prolegómenos de esa guerra con la revuelta jonia y las consecuencias de la batalla de Maratón son explicados de forma pormenorizada (pp. 71-76). Salamina adquiere un protagonismo del que se hace eco el capítulo. No sólo marcó el final del conflicto sino también reafirmo el ascenso del ateniense Temístocles, ayudado por la intransigencia de Jerjes, a quien una aparición onírica le alentó a seguir. Indicios oníricos y fenómenos astronómicos, tal que un eclipse solar, son tenidos en consideración para explicar algunos hechos que, tal vez a posteriori, sirvieron para magnificar la victoria ateniense en Salamina. en el terreno simbólico

El bloque tercero profundiza en las distintas estrategias y tácticas del largo conflicto bélico. El recorrido de Jerjes por Grecia continental hasta las Termópilas es estudiado por Adolfo J. Domínguez Monedero (pp. 83-104). Resaltamos la precisión topográfica de la que el autor hace gala en el enfrentamiento de las Termópilas, al presentar una visión panorámica precisa de la batalla. Destacable también el intento de aclarar, a través de las fuentes, el número de efectivos de uno y otro bando, a pesar de las considerables dificultades, muy especialmente en uno de los bandos, el persa. Domínguez Monedero tiene en cuenta aspectos logísticos para dudar de algunas cifras expuestas por Heródoto, más de un millón de soldados encuadrados en el ejército persa. Concluye el autor que la derrota de las Termópilas dejo un héroe, Leónidas, al que desde pronto honraron como un héroe y cuya fama se amplificó hasta llegar a la Edad contemporánea.

La invasión persa del Ática y especialmente los preparativos y la propia batalla de Salamina son minuciosamente descritos por Fernando Quesada Sanz (pp. 105-128). Tiene en cuenta los principales estudios al respecto, optando por la propuesta de Lazenby, y desmintiendo otras reconstrucciones eruditas que atribuyen elaborados planes estratégicos a los griegos (p. 115). Fernando Quesada, releyendo a Heródoto y conocedor de estudios historiográficos modernos, concluye que, sin restarle valor a los esfuerzos y habilidades griegos, la derrota persa tuvo mucho que ver sus propios errores (p. 125).

Dentro de este apartado de combates, José Pascual narra los acontecimientos bélicos del 479 y las batallas de Platea y Micale (pp. 129-152), dos eventos que para el autor fueron trascendentes en cuanto que definieron la identidad griega (p. 129), conformada en torno al concepto de eleuthería (libertad). La batalla de Platea, dejando al margen la descripción topográfica del choque y sus consecuencias estratégicas, es relevante por la visión pro-ateniense que transmitieron las fuentes, lo que lleva al historiador a realizar una atenta lectura que nos prevenga de la distorsión histórica.

El bloque se cierra con la colaboración de Borja Antela-Bernárdez, quien analiza los sucesos posteriores y la presencia hegemónica de Atenas en el Egeo (pp. 153-164). A diferencia de los anteriores artículos, más descriptivos, en esta colaboración se indaga la situación en el Egeo tras la guerra. El relato de los acontecimientos posteriores, años 478-450, contienen un déficit de información en el sentido de que los que nos ha llegado es abrumadoramente griega, para salir de esta dinámica pro-helena habría que poner en valor las escasas fuentes persas, así como observar atentamente la política griega y persa tras Mícale. Borja Antela recoge los estudios modernos sobre el tema y reflexiona sobre la percepción que tuvieron ambos bandos acerca del conflicto y de la victoria. De igual manera que analiza la política exterior que emprendieron posteriormente cada uno de los contendientes.

El bloque cuarto complementa, desde distintos puntos de vista, la expedición persa y la respuesta griega. Dicho epígrafe profundiza en la naturaleza de la guerra en el siglo V, colaboración a cargo de Fernando Echevarría (pp. 165-184) quien ilustra la forma en que los griegos entendían la guerra a comienzos del siglo V. Su naturaleza y el tipo de recursos humanos y materiales, como la organización, táctica y estrategia empleadas. Especialmente interesante por parte del autor está en detectar los anacronismos en la que caen diversos autores al explicar lo relativo a los aspectos castrenses y estratégicos de los griegos en el periodo anterior a las Guerras Medicas. Señala Echevarría que las operaciones bélicas lejos de responder a objetivos de largo alcance se limitaban a un patrón limitado a expediciones militares concretas.

Si en el capítulo anterior se ha hecho hincapié en el ejército heleno, Manel García Sánchez, al contrario, pone el acento en la figura de Jerjes y en la composición del enorme ejército persa que lo acompañaba. Un rey soberbio para un ejército plurinacional y compuesto de diversos grupos étnicos (pp. 185-200). Las fuentes griegas, principalmente Heródoto y Esquilo nos presentan un rey tirano a quien su hýbris le llevó a la mayor derrota del Imperio persa. Representación permanente no únicamente en el imaginario griego sino en la historiografía posterior. La parquedad de las fuentes persas o su desaparición impidieron contrarrestar dicho retrato. Paralelo a un rey tirano se construye la imagen del persa identificado al bárbaro e icono de feminidad y molicie. Perfil favorecido por la indumentaria colorista y exótica de su indumentaria militar frente a la sobriedad helénica. Despotismo oriental frente a libertad griega trascendió al mundo griego para estereotipar y hacer prevalecer los valores occidentales sobre un oriente disoluto y despótico.

La identidad panhelénica, como se ha señalado anteriormente, fue en gran medida fruto del enfrentamiento con el “bárbaro”. Panhelenismo asociado al concepto de libertad en oposición a la barbarie persa. Domingo Plácido (pp. 201-216) incide en ello y plantea que durante las Guerras Médicas la falta de libertad se asoció al mundo persa, bien fuera porque estos eran vistos como esclavos del Rey o bien por la práctica de someter a otros pueblos. El autor señala a Atenas como el principal difusor del panhelenismo, viendo reforzado su estrategia belicista en Asia y en el Egeo. Sin embargo, como anota Placido, la unidad griega no dejo de ser un constructo que oscurecía los distintos intereses de las ciudades y pueblos griegos, y si bien el miedo al persa fue suficiente para unir un sin número de ciudades no es menos cierto que las fisuras se dieron durante la invasión y posteriormente cuando Atenas monopolizó la victoria. Así en la Pentecontecia impuso relaciones imperialistas (p. 211) pero, a diferencia del imperio aqueménida, no son consideradas tiránicas al apoyarse en el demos defensor de la libertad. Se concluye que las Guerras Médicas en los últimos años ha puesto en evidencia historiográficamente la materializaron de la identidad helénica y en consecuencia ha obligado, al preguntarse por las relaciones entre griegos y no griegos, sobre la construcción de las identidades colectivas (p. 213-214).

Toda guerra genera en el interior de las sociedades solidaridades, pero de igual manera desacuerdos en relación con las estrategias para encarar el conflicto. No es excepción lo sucedido en la Segunda Guerra Médica tal y como lo explica Mª Cruz Cardete (pp. 217-232). El enfrentamiento con los persas puso al descubierto los diferentes intereses de las ciudades, pero también las contradicciones en el propio seno de las polis. Los acusados de “medizantes” fueron el arma argumental para limitar sus derechos y su poder en ciertas ciudades, entre ellas Atenas. Concluye Cruz Cardete que las Guerras Médicas son un escenario privilegiado para observar las alianzas y contra alianzas de las ciudades griegas, las ambigüedades políticas y también las claras enemistades; para refrendar tal tesis expone la enemistad de los tebanos, quienes podían ver a los atenienses tan hostiles como a los propios medos (p. 229).

El capítulo que cierra este bloque está a cargo de Miram Valdes Guía. La autora detalla la importancia de aspectos religiosos que planearon en la guerra (pp. 233-248). No podía ser de otra manera en una sociedad donde lo religioso preside la vida cívico-política e incluso las relaciones internacionales. La destrucción de templos estaba entre los objetivos bélicos persas, se sufrió en la Acrópolis ateniense. Otras manifestaciones religiosas también estuvieron sujetas al devenir de la guerra, entre ellas el oráculo de Delfos – de ambiguo posicionamiento para la historiografía moderna o incluso tachado de “medizante”. Los contemporáneos sin embargo buscaron presagios que justificaran sus decisiones; y cómo no en el oráculo délfico. La guerra configuró una semiótica a través de oráculos, cresmólogos y profetas (p. 235 ss.). Todos ellos colaboraron en justificar la guerra o en fomentarla; según los intereses políticos. Se apeló a dioses y héroes para servir de protectores de lo heleno, y con especial relevancia, señala la autora, a Deméter eleusina y Atenea (p. 238-240). La religión griega y sus oráculos fueron pues beligerantes y, una vez más, se convirtieron en vehículo propagandístico de los sucesos (p. 245).

Un quinto y último bloque busca dar una visión completa y compleja de la herencia de las Guerras Médicas a través de los tiempos. El artículo de Laura Sancho Rocher (pp. 240-266) incide sobre la influencia de las guerras médicas en la Época Clásica, periodo en el que se creó de forma contundente el canon histórico de una guerra que enfrentaba a la libertad griega frente a la tiranía del “Gran Rey”. Ahora bien, las rivalidades entre Atenas y Esparta rompieron con una unidad interpretativa y propagandística de ciertos hechos.

Las Guerras Médicas siguieron siendo en siglos posteriores fuente de enseñanza, pero también un filón propagandístico. El trabajo de Juan Manuel Cortés Copete (pp. 267-286) pone el acento en lo que supuso el conflicto para el aprendizaje literario de la élite romana. Los discursos de los oradores romanos enfrascados en debates políticos narraron los hechos con intenciones favorables a la creación de una identidad imperialista. Tal y como expresa Cortés Copete los acontecimientos crearon una cantera de materiales para las luchas políticas dentro de la propia Roma (p. 268), dando pie a topoi que dieron como resultado un metalenguaje de alto valor propagandístico.

A través de la lectura del volumen se percibe que desde muy pronto las hazañas de Maratón, Térmópilas, Salamina o Platea, se convirtieron en hitos bélicos con una evidente finalidad propagandística. César Fornis se pregunta qué recorrido tuvo la guerra contra los partos en épocas posteriores (pp. 287-308). Superado el periodo medieval, los acontecimientos de los enfrentamientos greco-persas constituyeron, según Fornis, una memoria de épocas moderna y contemporánea; desde la Francia pre y postrevolucionaria hasta la Alemania o la Italia románticas, pasando por la Inglaterra victoriana. La literatura española se hizo eco en menor medida, salvo contadas excepciones. Durante la Segunda Guerra mundial los acontecimientos sucedidos casi dos mil cuatrocientos años después fueron aprovechados por alemanes, suecos o griegos. En síntesis, el autor sugiere que hubo a lo largo de la historia interpretaciones y reinterpretaciones de las campañas greco-persas, pero en todos los casos con finalidad nacionalista y propagandística.

Los autores de este volumen, desde distintos puntos de vista, han expurgado los datos e intentado esclarecer los acontecimientos o han profundizado en los contextos que sirvieron para desarrollar un determinado relato. Unos y otros, y este es uno de los méritos atribuible también a la selección que los editores han realizado, desvelando las mistificaciones que desde el principio del conflicto contribuyeron en crear una vulgata historiográfica que posteriormente fue reinterpretada según intereses geopolíticos coyunturales.

El volumen se beneficia, al igual que el resto de la colección INSTRUMENTA, de una notable edición que hace más agradable la lectura. La obra, pues, viene a ampliar monografías referentes a las Guerras Médicas, consiguiendo reseñar puntos de vista complementarios y al mismo tiempo aportar un estado de la cuestión de obras y trabajos historiográficos clásicos y recientes. Finalizamos destacando los mapas que permiten seguir de forma precisa la descripción de las campañas.

Manuel Rodríguez Gervás
Universidad de Salamanca
gervas@usal.es